Murmullo agónico, Francisco Miguel M. G.
"Preparo las maletas con el mayor desasosiego que nunca pude imaginar. Ayer a la noche se respiraba un aire solitario y el sonido del murmullo lúgubre. Huele a miedo, frustración. El pasado miércoles empecé a preocuparme por el virus, antes me lo tomaba a risa, pensando que esto nunca llegaría a pasar, pero ha pasado. Tenemos que decidir: quedarnos aquí en el Colegio, 15 días, expuestos a una posible contaminación que podríamos llevar a casa en Semana Santa (periodo de mayor auge según las últimas estadísticas); o marchar, con el riesgo de poder contagiar a los nuestros en el pueblo: a mi madre, con problema cardiorrespiratorios, a mi abuela, de 90 años. Es una locura que aún no se puede creer. Por eso hago las maletas con incertidumbres: ¿Volveré y estaré a salvo? ¿Será peor el remedio que la enfermedad? No, a salvo no se está. Nunca estamos a salvo. Nunca he sentido esta inseguridad, ni tampoco esta sensación de que todo se escapa de las manos. ¿Contagiaré? ¿Podrán sobrevivir o seré yo mismo transmisor? ¿Cuándo y cómo será? ¿Cómo será el mundo transformado que traiga la enfermedad? Con todas estas dudas, marcho dejando este papel en mi escritorio hasta el día en que pueda volver aquí y releerlo. ¿Dónde? No lo sé. ¿Cuándo? Tampoco puedo contestar. Sólo espero que esta locura acabe y todo vuelva a ser normal, si es que es posible."
FRANCISCO MIGUEL M. G.