¿Dónde ha quedado la empatía?, Anónimo

11.06.2021

"Antes de que el COVID-19 llegara a España, fui ingresada en el hospital por ataques de ansiedad bastantes graves. En febrero del 2020 empecé el tratamiento. 

Cuando nos confinaron, para mí fue tanto un momento esplendido, como negativo. Tuve la suerte de poder pasar el confinamiento con mis padres porque pude escaparme de Madrid antes de que cerrarán. Sufría ansiedad social, así que me benefició estar aislada, pero también permanecer encerrada constantemente y no poder ir a terapia fue muy duro. Al día llegaba a sufrir 2 ataques. Cada día, según se acercaban los exámenes finales de la universidad, iba teniendo más y más. 

Mi madre fue mi mayor apoyo en aquel momento. Al final, conseguir aprobar todo, pero fue complicado. 

Al volver en septiembre a Madrid, me contrataron en el teléfono de COVID-19. A día de hoy sigo trabajando ahí. He escuchado todo tipo de testimonios: he escuchado a muchas personas llorar mientras les atendían. 

Cuando empezaron a poner las vacunas, pensé que todo podría mejorar. Pero me equivoqué: la gente cada día es más egoísta y más irrespetuosa. Te llaman y te tratan como si fueras "basura", te insultan y te intentan humillar, porque no consiguen lo que quieren... Creo que la situación, en general, se está manejando bastante mal, pero nosotros no podemos hacer más allá de lo que nos mandan los superiores. Nos vemos limitados. 

No, esta pandemia no ha conseguido unirnos ni nos ha hecho mejores personas... Nos ha vuelto peores. La COVID-19 solo ha provocado, en su gran mayoría, maldad en las personas. 

Sobre todo, siento admiración por los sanitarios, porque han tenido que estar en la primera línea de frente desde el principio, sin descanso, sin ningún aliciente. Ver cómo se les está tratando y obviando... Hace que se me parta el alma."

ANÓNIMO

Comisariada por Nerea López Isidoro
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